“Hier encore, j'avais vingt ans, mais j'ai perdu mon temps à faire des folies qui ne me laissent que quelques rides au front et la peur de l'ennui. Car mes amours sont mortes avant que d'exister... Où sont-ils à présent mes vingt ans? ”
“Hace nada tenía veinte años, pero he perdido el tiempo haciendo locuras de las que solo he sacado arrugas en la frente y miedo al hastío. Porque mis amores han muerto antes de ser... ¿Qué ha sido de mis veinte años? ” — Charles Aznavour
“Ne me quitte pas. Je t'inventerai des mots insensés que tu comprendras. Je te parlerai de ces amants-là qui on vu deux fois leurs coeurs s'embraser. Je te raconterai l'histoire de ce roi mort de n'avoir pas pu te rencontrer. ”
“No me dejes. Te inventaré palabras delirantes que sólo tú entenderás. Te hablaré de esos amantes que han visto sus corazones prender dos veces. Te contaré la fábula de aquel rey que murió de no haber podido conocerte. ”— Jacques Brel
“Avec le temps, va, tout s'en va. L'autre à qui l'on croyait pour un rhume, pour un rien. L'autre à qui l'on donnait du vent et des bijoux, pour qui l'on eût vendu son âme pour quelques sous, devant quoi l'on s'traînait comme traînent les chiens... ”
“Con el tiempo todo se marcha. Esa a la que creíamos por un catarro o por nada, a la que dábamos viento y joyas, por la que hubiésemos vendido el alma por cuatro perras, ante la que nos arrastrábamos como se arrastran lo perros... ”— Léo Ferré
Cuando era adolescente, aunque me cuesta creer que alguna vez lo haya sido, mientras la mayoría de los chicos y chicas de mi edad crecía escuchando y bailando a los cantantes y grupos de moda yo me escondía, como si de un refugio se tratara, entre las canciones de Brel, Ferré, Brassens, Reggiani y otros de este corte, más oscuros y, desde luego, menos bailables. Por esta razón, interpretar aquellas canciones, además de emocionarme, me evoca aquellos años, cuando todavía era un joven francés que ya vestía siempre de negro. La Chanson Française, en particular la que va desde de los años 50 hasta los 80 es un legado que ha perdurado y que, por suerte, la juventud francesa sigue honrando.
Cambiar de país de residencia es una aventura fascinante, inacabable. Cuando llegué a España gocé con muchas cosas nuevas, un abanico de conocimientos y experiencias que complementaban, sin superponerse, mi aprendizaje anterior. Una de ellas, quizá la más estimulante, fue el idioma que, aunque ya lo conocía a medias, me fue poco a poco revelado. Llegar a escribir canciones en español era un camino lógico, necesario incluso, que seguiré recorriendo y que, para mí, nunca tendrá fin. Interpretar en español las canciones de otros es un divertimento, como navegar por un afluente antes de regresar al río principal. Qué suerte que el repertorio en el que escoger sea tan bello y gigantesco.
Hay en la sobriedad una complejidad que lo magnifica y abarca todo.
Empecé solo, con mi guitarra. Al tiempo, ya en España, se incorporó mi adorado Jesús Laboreo, con su guitarra acústica y, sobre todo, su flamante buzuki. Mucho más tarde, para dar forma al disco “Del placer de hacer canciones” llegaron a acompañarme hasta ocho músicos. Eran otros tiempos...
Poco a poco, a veces sin pretenderlo y otras a conciencia, ese elenco se fue reduciendo hasta convertirse en la formación actual con la voz acompañada solo por un piano y un contrabajo y, según lo sugiera la intimidad de algunos pasajes, incluso solo con el piano. Sobriedad envuelta en armonías de jazz.