Pasé la adolescencia, en las nubes, suspendido entre canciones dramáticas, siempre en francés, vestido de negro y fantaseando con mi nombre en lo más alto del cartel –Je m'voyais déjà en haut de l'affiche, como cantaba Aznavour–. Era lógico que, puesto a cantar, un día lo hiciera interpretando en fancés las canciones de mis ídolos de la Chanson. Sin embargo, a pesar de que era un camino natural, la idea no fue mía. Fue mi amigo Antón Castro quien me lo sugirió un día que fui a cantar a un programa de televisión en el que él también participaba. ¡Cómo no se me había ocurrido antes! Así empezó todo, en la sala de música del Palacio de los Condes de Sástago, un domingo del año 2000. No tardé mucho en pensar en grabar un disco que recogiera algunas de esas canciones.
“Aquí está este disco de amor, de respeto, de embrujamiento: de deudas esenciales de sensibilidad que Paco Cuenca, el niño Jean-François que ha crecido, paga de golpe en estas sílabas, en estos arpegios que van directos al corazón. Relájense, abandónense a la lasitud de la pasión recobrada. La música arroja películas cada segundo sobre el alma. Aquí llegan: Brassens, Brel, Trénet, Aznavour, Nougaro, Léo Ferré... Así suenan y están vivos en la voz de Paco Cuenca, el trovador Jean-François, que se atreve con el blues de la memoria y los delirios de la melancolía.”— Antón Castro
“Aquí está este disco de amor, de respeto, de embrujamiento: de deudas esenciales de sensibilidad que Paco Cuenca, el niño Jean-François que ha crecido, paga de golpe en estas sílabas, en estos arpegios que van directos al corazón. Relájense, abandónense a la lasitud de la pasión recobrada. La música arroja películas cada segundo sobre el alma. Aquí llegan: Brassens, Brel, Trénet, Aznavour, Nougaro, Léo Ferré... Así suenan y están vivos en la voz de Paco Cuenca, el trovador Jean-François, que se atreve con el blues de la memoria y los delirios de la melancolía.”— Antón Castro
Voz, piano y contrabajo. 90 minutos aprox. A las canciones del disco, se suman otras muchas, también clásicos que vamos escogiendo según la ocasión o nuestro humor y que bien podrían agruparse un día en un segundo disco. Quizá lo titule "Je vous ai apporté des chansons"...
Hay en la sobriedad una complejidad que lo magnifica y abarca todo.
Cada concierto es una ocasión para cantar, pero también para contar historias, anécdotas, sucedidos relacionados con los cantantes, los productores, algunos fans de la Chanson. Qué características comunes tenían los amantes de Édith Piaf,
de qué origen era Claude François, cómo, dónde y para quién se compuso Ne me quitte pas, con qué triquiñuela se inventó Jean Ferrat su nombre artístico, qué bromas gastaba Brassens a sus amigos hasta que lograba enfadarles. He ido coleccionando tantas historias a lo largo de los años que no me resisto a contarlas.