La canción que más veces he escuchado en mi vida es Amsterdam. Es curioso que Jacques Brel nunca grabara esta canción tan extraordinaria en un disco de estudio. Solo se tiene un registro de la canción, cuando la interpretó en el Olympia de París el viernes 16 de octubre de 1964. Es probable que no quisiera volver a grabarla en estudio por la fuerza que alcanzó en aquella noche memorable temiendo, quizá, no poder superar aquella interpretación. Mientras adolescía en París mis superhéroes eran mis sombríos cantantes y me fundía en las historias que me contaban como otros se dejaban absorber por las del Capitán América, Superman o Tintín. De entre todos ellos, quién sabe porqué, Brel era mi preferido, el que me invadía, me transportaba, me elevaba o me aplastaba a su antojo, con una fuerza sobrehumana, con poderes sin par. También era capaz de hacerme vibrar de emoción y llorar sin consuelo posible. Un brazo de hierro y una cabeza exquisita. Mi superhéroe favorito. Tomando como base los espectáculos de Jacques Brel en el Olympia de Paris de 1961, 1964 y su despedida de los escenarios de 1966 damos un repaso a algunas de las canciones más representativas del cantante belga. Las versiones de este espectáculo son fieles a las grabaciones originales. Poco o nada se sabe del Brel compositor, el de la fuerza punzante, a veces hiriente, el de las historias de amor y amistad que cuenta como pocos, o del Brel de la muerte, siempre presente, el que elabora elocuentes obras en miniatura con introducción, nudo y desenlace contados en tres minutos. Y poco o nada se sabe del Brel intérprete, el volcán, el histrión, el actor capaz de rellenar sin economía de gestos o muecas un escenario entero con su sola presencia, de entrega al público, que fue total, sin condiciones, desde la angustia enfermiza que precedía cada concierto hasta el agotamiento al bajar del escenario. Brel, que desembarcó en el París de los años 50 del siglo XX para tratar de convertirse en una gran estrella del music-hall escribía e interpretaba sus canciones en francés, a pesar de su origen flamenco. En pocos años alcanzó el éxito que anhelaba y logró inscribir su nombre, junto a Brassens, Ferré, Aznavour, Ferrat, Nougaro, Gainsbourg y otros, entre los grandes de la chanson française. Abandonó voluntariamente los escenarios, a los 38 años, en la cumbre del éxito, para no aparecer más como solista. Siguió escribiendo canciones y grabando discos. El último se grabó y publicó cuando, muy enfermo, se sabía condenado por un cáncer de garganta. Su retirada temprana contribuyó a incrementar su fama, su prestigio y su mito que perduran en la memoria de francófonos y francófilos. Falleció en 1978 con apenas 49 años. Está enterrado, como el pintor Paul Gauguin, en las Islas Marquesas (Polinesia francesa) con las que se topó, maravillado, mientras navegaba huyendo del mundo y que fueron su último y oculto refugio.
“Le talent ça n'existe pas. Le talent c'est avoir envie de faire quelque chose. El talento no existe. El talento es desear hacer algo.”— Jacques Brel
“La qualité d'un homme se calcule à sa démesure. Tentez, essayez, échouez même, ce sera votre réussite. La calidad de un hombre se calcula por su desmesura. Intenta, prueba, incluso fracasa, ese será tu éxito.”— Antón Castro
Hay en la sobriedad una complejidad que lo magnifica y abarca todo.
1956 : Les souris mènent la danse de Roland Perault (brève apparition) 1956 : La Grande Peur de Monsieur Clément (court métrage) de Paul Diebens 1967 : Les Risques du métier d'André Cayatte 1968 : La Bande à Bonnot de Philippe Fourastié 1969 : Mon oncle Benjamin d'Édouard Molinaro 1970 : Mont-Dragon de Jean Valère 1971 : Les Assassins de l'ordre de Marcel Carné 1971 : Franz de Jacques Brel 1972 : L'aventure c'est l'aventure de Claude Lelouch 1972 : Le Bar de la Fourche d'Alain Levent 1973 : Le Far West de Jacques Brel 1973 : L'Emmerdeur d'Édouard Molinaro
A su condición de autor, compositor e intérprete de canciones, Brel sumó su carrera como actor, como compositor de música de cine, creador de la comedia musical El hombre de la Mancha en el que se reservó el papel de Don Quijote, de navegante, aviador y aventurero.